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La Vaquería El Hanal Pixán




LA VAQUERÍA


 

En las tradicionales fiestas que realizaban los ganaderos, ignoramos hace cuanto tiempo, en remembranzas de las clásicas verbenas españolas tuvieron lugar nuestras vaquerías en ocasión de la hiera de las reses y su acostumbrado recuento anual. Allí se bailaban las jaranas, una de las primeras variantes fue "el Torito"
Es la vaquería yucateca en sí misma, bullanguera y excitante. Ellas deslumbrando con los destellos relampagueantes de sus circulares y policromos bordados en punto de cruz, por la cabeza la cinta de color que ajusta las negras trenzas cortadas o no por rectas crenchas, la altivez y donosura del breve sombrero vaquero y el rítmico cimbrear del taconeo de las zaptillas de raso bordado y ellos con el golpeteo chillante, persistente y varonil de las alpargatas de los morenos guachapeadores.
Luego de un rato de baile, alguien grita "Bomba". Se detiene la orquesta, el baile se interrumpe para que alguno de los actuantes exprese los agudos decires de las "bombas", cuartetas que pueden llegar a ser madrigalescas, descriptivas, satíricas, pero frecuentemente picarescas, donde aflora el innato sentido del humor del yucateco.

Algunas "bombas"

BOMBAS MADRIGALESCAS

BOMBAS QUE DESCRIBEN CIRCUNSTANCIAS EXTERNAS O IMPRESIONES SUBJETIVAS

En la puerta de tu choza
hay sembrado un tamarindo;
pero tú eres más hermosa
y tu semblante más lindo.
Cuando tú estás zapateando
con ritmo tan lindo y tierno
parece que estás bordando
con los pies tu lindo terno.
Con tu lindo zapateo
que te envidia el mismo suelo,
te juro mestiza hermosa,
que aplaude Dios desde el cielo.
Tú eres manteca
yo soy arroz
¡Qué buena sopa
haríamos los dos!
Tienes los más lindos ojos
que en toda mi vida he visto
pero me llena de enojos
que para ellos yo no existo.
Quisiera ser zapatito
de tu diminuto pie,
para ver de vez en cuando
lo que el zapatito ve.
Yo quiero que tu mirada
encienda esta bomba local
y quede luego apagada
con esa tu boca letal.
Tus lunares tan graciosos
te hacen niña presumir
recuerda que sé de uno
que a nadie puedo decir.
Quisiera ser chupaflor
muy chiquitico y muy tierno
y volar de flor en flor
alrededor de tu "terno".
Quisiera ser medallita
de tu cadena de oro
para estar junto a tu "tuch"
y decirte que te adoro

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EL HANAL PIXAN


En todos los países civilizados es costumbre conmemorar el día de difuntos con diversas manifestaciones de duelo que, católicos así como de otras religiones, dedican a sus deudos muertos.
Estas prácticas se concretan a oraciones, rosarios de ánimas, ofrendas florales y visitas a los panteones. Entre nosotros, en América, en casi todas partes, se encienden lámparas sobre los sepulcros y hay paseo general de campos santos e iluminan los lugares donde han enterrado a los muertos.
En Yucatán, entre los indios mayas, se observa una costumbre original que viene desde sus ancestros: costumbre netamente maya mezclada, después de la conquista, a prácticas piadosas conforme al ritual católico. Obra es ásta, de los franciscanos; quienes, no pudiendo desarraigar de golpe, en la raza conquistada, sus antiguos ritos idolátricos, toleraron ciertas prácticas que no se oponían al dogma: como honrar a sus muertos, ofrecer presentes, encender velas y quemar resinas aromáticas. Existe, pues, hasta la fecha entre los indígenas mayas, una práctica piadosa que tiene por origen la sagrada veneración que el indio tiene por sus deudos muertos, a quienes sepultan en el interior de sus hogares.
Historiadores hay y cronistas, como Landa y Cogolludo, que aseguran, -estudiando costumbres de la raza aborigen,- que entre los mayas no exitían cementerios en sus ciudades. El maya,-dice el cronista-, sepulta sus muertos en su propia morada. El entierro de sus deudos lo hacía cada habitante a espaldas de su casa, en un recinto o patio libre de malezas y bien barrido, donde era abierta una fosa y en la misma tierra, sin ataúd, colocaban el cadáver introduciéndole en la boca cierta cantidad de masa de maíz bien cocida, llamada "keyem" para que pudiera alimentarse mientras reposaba.... Hecho el entierro, colocaban una señal para identificar la tumba. Generalmente consistía ésta en un corralejo de dos metros en cuadro, hecho de varillas o palos: "coloc-ch‚". Y en tiempos de la colonia marcaban aquellos sitios con una tosca Cruz de madera que colocaban dentro del cuadro.
Debido a esta práctica indígena de sepultar los muertos en casa para tenerlos cerca, a fin de poderles ofrendar presentes que consistían en alimentos, frutas y ceras, nació la costumbre de hacer en los días de difuntos los "pibil-uahes" o "mucbilpollos: vianda en forma de tamales envueltos en hojas de plátano con que obsequian, en esos luctuosos días, a las almas de sus parientes muertos. De ahí el "Hanal-Pixan", que quiere decir: "banquete de las ánimas".
En las casas y en los campos, colocan los indios jícaras de atole nuevo y cajetes de comida dedicados a los difuntos; y creen firmemente que, invisibles, descienden las almas a tomar una parte de ella, que es lo que llaman "tomar la gracia".
Es costumbre tradicional en la República, como en todo el mundo, llevar en los días de muertos, ofrendas florales y coronas a los panteones.
En México, además de estos presentes, fabrican en las pastelerías un pan de harina de trigo, con mucha azúcar encima, llamado popularmente "Pan de Muerto"; así como que confeccionan calaveras de dulce, bien adornadas, que obsequian a sus amistades.
En Yucatán, esta costumbre es distinta a la del resto de la República y, quizás, de todo el mundo. Desde el 1o. de noviembre, día de Todos los Santos, y dedicado a los "chiquitos" (los niños muertos), se confeccionan unos bollos de harina de trigo, en forma de figurillas de animales y muñecos, para ofrecer a las almas de aquellos. El 2 de noviembre, día de los Muertos, fabrican los indios unos enormes pasteles redondos, como de treinta centímetros de diámetro, hechos de masa de maíz y manteca, rellenos de pollo y puerco y condimentados con tomate y chile, que resultan muy sabrosos.... Estas tortas de maíz envueltas en hojas de plátano, -como tamales-, son cocidos a guisa de barbacoa en un gran hoyo bajo de la tierra, o "pibil-
pollos"; palabra híbrida muy popular,
Además de estos pasteles, entierran en el horno subterráneo, bien calentado con leños y piedras, calabazas grandes, de preferencia la "dzol", j¡camas, camotes, mazorcas de maíz tierno, (pibinales) y unas tortas de masa y frijoles llamadas: "pibil- xpelón". Y una vez cocidos estos alimentos y humeantes aún, los depositan en pequeñas mesas, alumbradas con velas de cera, debajo de los  árboles del patio y cerca de las sepulturas de sus familiares; así como sendas jícaras de sabroso "tan-chucua",
atole que fabrican con masa de maíz, cacao, pimienta y anís, a modo de "champurrado".
Estas viandas pasan toda la noche del 1o. al 2 de noviembre, en esos pequeños altares, debajo de los árboles. Y cuando las almas de los difuntos "han tomado la gracia", los familiares de aquellos meriendan los "mucbilpollos", tómanse el atole y "pibilnales" entre libaciones de "balch‚" y otras bebidas embriagantes....
Así termina la ceremonia del "Hanla-Pixán" entre los mayas. Tal es el origen de esta costumbre tradicional entre los yucatecos, todos, hasta los que estamos lejos de nuestra tierra!.... Y tan arraigada está, que hasta las familias acomodadas, impelidas por la fuerza de la tradición, confeccionan estas exquisitas tortas, en el Día de los Difuntos, sin practicar la ceremonia india, naturalmente. Y no es raro ver en Mérida, la víspera del 2 de noviembre, a los criados de las casas, llevando por la calle, en enormes bandejas, estos ricos pasteles para obserquiar a sus amistades; costumbre de la que, hasta hoy, no ha prescindido nuestra creciente Colonia Yucateca en la capital


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